¿Debemos normalizar la creencia en un Dios sin religión o iglesia?

Una cuestión que ha venido cogiendo vuelo y que hay que mirar con cierta atención es aquella que se refiere a pretender normalizar la idea de creer en Dios sin necesidad de creer en la Iglesia y en la religión. Lo primero que tendríamos que preguntar es a que Dios se están refiriendo cuando afirman tal cosa.

Y si es el Dios con mayúscula al que nos referimos en el mundo cristiano o la idea de Dios más profunda, el Dios cuyo rostro nos mostró el maestro Jesús y que ha sido cubierto por determinadas formas de religiosidad organizadas. En este sentido, sería posible normalizar tal creencia. Leonardo Boff lo decía en los siguientes términos: “la religión puede convertirse, de hecho, en el opio del pueblo cuando confunde a Dios y las cosas divinas con las instituciones y verdades religiosas”[1].

Ahora bien, con relación al segundo punto, hay una distorsión con respecto a la idea de la religión que en su esencia refiere a la idea de unir, de volver a integrar lo que se ha separado. Y ¿Qué es lo que se ha separado? Tal vez nada se ha separado, sino que todo es un reflejo de lo trascendente, rompiendo la concepción de la separación entre un tú y un yo.  Algunos refieren tal hecho como el verdadero pecado original. Creer en la dualidad.

La religión, cuando no pierde su foco de atención y ser, es una manera de ayudarnos a mantener la atención en la búsqueda de esa dimensión de la que en apariencia nos separamos, una dimensión que siempre es latente. Y es que el tema tiene más que ver con el esfuerzo de buscar a ese Dios más allá de las mediaciones que ofrecen las diversas “iglesias” y en su esencia supone romper la idea de un Dios personal, para estar abiertos a dimensiones más amplias sobre la trascendencia del mundo y la vida.

Por eso, cuando se logra tener esa conciencia de lo divino y trascendente, se regresa a la devoción, pero desde una perspectiva diferente y se hace una necesidad. Y entonces, toda la vida y la naturaleza como reflejo de esa realidad trascendente se vuelve objeto de devoción, y no solamente dentro de los templos. En ese momento, es cuando el ritual se convierte en una oración que se proyecta a la vida. Y toda la vida se hace oración porque ese Dios late en todo y en consecuencia nos hacemos cada vez más contemplativos.

En el proceso la mente se vuelve más silenciosa y se aprende a escuchar empezando a vislumbrar algo más allá de los límites del cuerpo y de toda la misma naturaleza. Y eso que intuimos, se vuelve un anhelo que nos mueve a vivir a plenitud porque sabemos que no vamos de regreso a casa, sino que ya estamos en ella.  Y ahí es cuando aquello que los místicos han señalado, nos hacemos uno con lo absoluto.

Las religiones son en consecuencia puntos de anclaje para entrar en contacto con lo trascendente y nos permiten mantener la atención. Al tiempo las iglesias, cuando no pierden ese foco central dan claridad en el viaje. De ahí que, en lo personal, doy su validez a la persistencia de un espíritu de comunidad y que nos permite tener la conciencia que no viajamos en soledad.

Pereira, Colombia, abril 4 de 2025.

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[1] Boof Leonardo (2019) Experimentar a Dios. La transparencia de todas las cosas. Salterrae, España.

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